Cuando estaba en 5to de secundaria sabía que al salir encontraría un nuevo mundo, el mundo laboral. “¿Ahora dónde trabajo?”, me preguntaba. Yo había tenido la oportunidad de hacer teatro con un elenco de adolescentes, donde me enamoré de las tablas, me enamoré de ese cambio que se genera al compartir en el escenario. Un año después de acabar el colegio me enteré que había un taller en La Tarumba que se llamaba Circo Invisible (después pasó a ser Cuerda Firme) que duraba solo dos meses y que luego de llevarlo, podían ayudarte a conseguir un trabajo. “¡Esta es mi oportunidad!”, pensé.
Así empezó mi montaña rusa. Llegué al taller con 18 años, llena de miedo, un miedo que se graficaba al momento de subir a las telas y hacer malabares. Luego entendí que de eso se trata la vida, es experimentar y arriesgarte, así tengas miedo, ese miedo es parte de cada camino que emprendas.
Cuando llegó la clausura escogí presentar mi número con el diábolo. Aparte de manejar el diábolo tenía que hacer un Split. En cada ensayo me frustraba pensar que no lo lograría, pero cuando llegó el día mi profesor Frank no paraba de decirme “Lesly, ¿ya estás lista?”, a lo que yo respondía “sí, profe”, con mucho miedo. Horas después ahí estaba yo con mi diábolo en mano y el mejor Split que logré después de tanto esfuerzo.
En Cuerda Firme aprendí que el esfuerzo es lo esencial, ¿cómo hace un trapecista cuando está en plena función? Pone todo su esfuerzo para concentrarse y no se cae. Poco tiempo después llegué a FORGE, la oportunidad que Cuerda Firme me dio para poder estudiar y luego tener un trabajo. Nuevamente apareció el miedo, “¿y si no ingreso? ¿Y si no me dan la beca? ¿Y si me voy antes de tiempo?”
Pasó todo lo contrario: ingresé, me dieron la beca, a los 6 meses de formación había una oportunidad de trabajo. Fui a la entrevista y el miedo nunca me dejaba, pero confié, confié como cuando subí a las telas que colgaban de una estructura de fierro. Y lo logré. Empecé a trabajar como Asistente comercial en GNOSIS COACHING & CONSULTING, a la par de mis estudios en FORGE.
Durante todo ese tiempo tuve miedo, debo confesar, pero no olvidaba todo lo que me enseñó Cuerda Firme, su amor y confianza en cada alumna hizo que este camino se llene cada vez de más luz y que el miedo desaparezca. Aprendí a que hasta para caer hay que hacerlo con una sonrisa. Después de subir a las telas entendí que es importante el camino para entender el regreso. Entendí que cuando somos más y hay espíritu de equipo, todo se puede lograr. Recuerdo que en la clase de malabares era casi a menudo enfrentarse el error, y hoy en el trabajo asumo cada reto como esa pelota que no caía en mi mano, y si a veces me frustro, recuerdo que sí puedo. Todo eso lo aprendí en Cuerda Firme. Cómo olvidar el sentir del cajón, cada toque significaba algo al igual que cada paso que doy en el día a día en mi trabajo: crear, innovar, creer, crecer, sentir, jugar y no olvidar mi esencia.